“Somos de quien nos escribe”, leí un día.
“Somos de quien nos escribe”, leí un día.
De quien nos entiende, -sin decir nada-
de quien luego nos puede explicar también.
Somos de quien nos acaricia, -incluso en la distancia-
quien nos trata con dulzura,
quien encuentra adorable cada defecto,
cada marca,
cada cicatriz.
Somos indudablemente de quien nos ama y nos protege, -y nos deja protegerle-
aún con heridas,
aún con rasguños.
Somos de quien nos pone en prioridades, -sin perder las suyas, ni cambiar sus planes-
quien nos regala un poco de su tiempo,
quien nos da también libertad;
somos de quien nos besa bonito,
de quien nos besa salvaje,
de quien siempre nos va a besar.
Somos de quien ama todo de nosotros,
de nuestra esencia, -y de nuestra ausencia-
de quien no quiere cambiarte ni un solo centímetro,
de quien conoce todos nuestros errores y tropiezos y aún así se quiere quedar.
Somos de ese alguien que simplemente nos elige cada día, y que se queda
amándonos y quizás en algún momento nos odia, pero nos deja ser nosotros mismos.
Ese "yo" que todos odian, pero ese quién, se queda ahí, observándolo y siendo feliz porque
te deja ser un "yo" mientras es egoista tambien con su vida.
Y recito el "somos de quien nos escribe" nuevamente, porque entendí que aquel que siempre escribe de ti, no te dejara morir nunca, te inmortalizara y jamás, pero jamás, te dejará ir aunque ya no estés.